He ido a tu encuentro, porque el amor me lo exigía.
Tu escultural morada sucumbía ante la deidad que esta cobijaba y, cuando la brisa delato el atardecer, presuroso corrí a tu encuentro.
Estupefacto desvíe la mirada, atónito e incrédulo derrumbé mi pensamiento hecho palabra. Simplemente no pude.
Al derretirse mis ojos, opté por lo que siempre hice, huir.
Lacayo del llanto, solo el sepulturero se dignó a despedirse.
He ido a tu encuentro, porque el amor me lo exigía.
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