La tiranía insensible de tus palabras.
Acurrucado a esa maldita esperanza y atado al grillete de tu desdén.
Lapidado por tu indiferencia fui blanco suculento para los dardos envenenados de los críticos. Y cuando emitía un suspiro impoluto, en lugar de la misericordia apareció la navaja justiciera para terminar el trabajo.
Divisé tu mano como autora, pero absuelta por la sala, terminaron por dictaminar: “Fue suicidio ,se cierra el caso”.
Tenían razón.