Apelando a tu generosa mirada o apoyándome en lo que los feligreses llaman fe y otros dicen fantasía. Allí, inerte y expectante, a sabiendas de las diferencias renegué mi presente, y añore mi pasado.
La oscuridad brillante se imponía y suponía, escotoma, lamentando y sugiriendo, tan lejos y tan cerca, como si fuera hoy, como si fuera ayer.
El cielo gris limeño, Dios santo, de comparsa mi alergia lacerando a este maltratado, aquel que evoca o aquel que sueña, a lo mejor la pretérita ilusión es el bullicio o será el rostro de la veracidad.
Lección aprendida, noche barranquina, lo ideal o lo que supuse perfecto, debí decirlo y lo ahogue en mi garganta, debí saberlo y lo sembré en mi alma.
Tal vez equivocado, no, draconiana decisión y onerosa cruz, que si lo merezco, pues el amor no se merece, se gana.
Para ti y no sé quién eres.
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