Te escribo con la premura del tiempo – no sé porque lo hago – tal vez por la testarudez que suele caracterizarme.
La decisión ha sido precedida por un dilatado meditar. Aquellos de la mascara aprensiva, de ese extraño querer simplemente para subsistir.
La marcha nupcial trina en mis oídos como un despiadado azotar.
Flagelo al que le doy la cínica bienvenida, tan solo para congraciarme con él y, despertar un sentimiento piadoso el cual no merezco recibir. Como todo ser humano, hasta en la agonía egoísta a más no poder.
Último capitulo .Emulando a Iscariote. A lo lejos el perpetuo alejar, no fue mi voluntad, fue un designio divino.