Te amo tanto, que el solo pensarlo me aturde.
Perspicaz espectadora del amor que desplegaba sin reproches. Recogiste tus recuerdos de forma delicada, y tu afable vocecilla que acariciaba mis oídos, era el grial que aún no hallaba.
Recóndito tesoro enajenado de la generosidad, tu clara tez era la envidia del querubín cuya palabra tan solo halagaba lo que tanto había vociferado, que te amaba con todo mi ser.
Hoy me reprochó con la reciedumbre de un mayoral, y a la vez me condeno interpretando al denigrado y al detractor, perdonando lo que creí una felonía, la perfidia tan solo le susurra a un infeliz.
Te amo tanto, que el solo pensarlo me aturde.